LAS FALSAS JUSTICIAS SOCIALES

(17/05/2025 - por Norberto Giallombardo) - Las alarmantes notas que se ven por TV, de la zona de Bernal Oeste más allá de la avenida Los Quilmes (continuidad de la av. Calchaquí) cada vez que “el malo del clima” nos manda lluvias intensas,  son  las consecuencias de aquellas falsas justicias sociales que vimos llegar desde finales de la primera mitad del siglo XX.

                                                                 Para quienes fuimos niños en aquella década de 1940, la “cañada” comenzaba a partir de la calle Luis María Campos, con algunas pocas viviendas hasta la calle Alvarez, de allí en más, y hasta el arroyo Las Piedras, todo era campo. Esos campos, eran los “potreros” donde se sucedían incontables canchitas de fútbol.

En esa época el clima también nos daba temporales y lluvias intensas que hacían desbordar el arroyo Las Piedras, que se ensanchaba por encima de su cuenca natural, pero las aguas se escurrían rápidamente y no llegaban a las casas, porque no había viviendas en terrenos inundables.

Así fue como  los campos de la Cañada de Gaete (también Villa Urquizú) fueron siendo ocupados por asentamientos que, con el tiempo y las estrategias de distintos momentos políticos, lograron titularidades gratuitas de terrenos en zonas inundables.

 Los barrios fueron creciendo, las canchitas de fútbol desaparecieron, los Arroyos Santo Domingo y Las Piedras, recibieron dragados insuficientes y también entubamientos. Las calles de tierra fueron pavimentadas, muchas veces con el aporte de cada frentista, con el convencimiento de que valorizaban las propiedades. Tampoco faltaron los negocios inmobiliarios, mediante loteos con apreciables facilidades de pago.

Esos mismos barrios que ahora reclaman a los funcionarios actuales porque las aguas ingresan a sus viviendas cada vez que llueve con intensidad, son los que sufren las consecuencias de las soluciones que que no fueron escuchadas por otros funcionarios de fines del siglo pasado, cuando científicos y tecnicos de la Provincia de Buenos Aires, produjeron invalorables informes, sosteniendo que esos arroyos eran accidentes geográficos naturales con sus respectivas cuencas que debían ser tenidas en cuenta y aconsejaban aprovechar las amplias zonas de escurrimiento de las aguas, para convertirlas en campos deportivos, espacios de recreación y actividades al aire libre, sin la construcción de viviendas permanentes.