LA HORA DE LAS EMPANADAS

(306/2025-por Norberto  Giallombardo)A partir del debate desatado en torno al precio de las empanadas, llegando hasta niveles ministeriales, a nuestra comunidad actual ya poco le queda por hacer.


Estando la República en un momento tan crucial como tantos otros momentos que nos ha tocado soportar a esta generación -de la cual yo estoy siendo parte de una de sus últimas camadas- ver que las empanadas hayan llegado a ser tema de tapas y pantallas durante dos semanas, solo puede conducir al desaliento.                                          Y seguimos transitando hacia desconocidos destinos. Tan desconocidos que, a criterio de todos y cada uno de los sectores en los que nos dividimos social y políticamente, cada uno tiene una opinión distinta, cada uno tiene un camino certero a seguir que no es seguido por ninguno de los otros.                                                      En mi caso, la acumulación de recuerdos y vivencias me apabulla y, habiendo aprendido que opinar o dar consejos son cosas que pertenecen al pasado reciente, al de estos últimos años en los que la velocidad para vivir es factor predominante, en el que todos pujan por llegar primero a ningún lado.                                                Entonces, ante la inminencia del retiro de la actividad, que la vida me está haciendo ver, creo vislumbrar un no lejano horizonte en el cual podría situarme para contemplar la impredecible evolución de esta actualidad argentina, que para mí comenzó a mitades del Siglo XX.                                                                                                                Yo fui niño en los cuarenta, cuando todavía no se habían inventado los “jardines de infantes” y a la escuela primaria concurríamos de ineludible e igualitario guardapolvos blancos. Allí junto a las primeras letras y primeros números, me enseñaron que éramos una República con un rico pasado histórico, con próceres que colgaban en las paredes de las aulas y también que, además de papá y mamá, estaban Perón y Evita que me amaban, que regalaban juguetes, que auspiciaban campeonatos de futbol infantiles y que nosotros, los niños de entonces, éramos los únicos privilegiados, porque los mayores debían “trabajar, trabajar y trabajar”.

Ya en edad de secundaria, tuve una de mis primeras visiones de aquella realidad, cuando despidieron al profesor de inglés, porque se empeñó en enseñarnos a traducir el “Martín Fierro”, en lugar de “La Razòn de mi Vida”, como exigía el programa de estudios oficial.                                                                                                               Los años me fueron mostrando que no todos los próceres que colgaban de las paredes, eran próceres para todos. Porque las cosas se discutían entre distintos sectores de opinión y que esas diferencias venían desde mucho antes. Que además de los patriotas que forjaron la independencia, ya en 1810 había otros que solo querían cambiar de monarca.

También conocí que esas diferencias de opinión iban mas allá de ser solo diferencias. Que a medida que nos organizábamos como Estado, las diferencias se convertían en divisiones y hasta hubo guerras intestinas por esas divisiones y que a esas divisiones las alentaban intereses que no siempre eran por el bien de la patria.                                                         

Y el tiempo fue pasando... con  Unionistas y Federales - Nacionalistas y Populistas - Conservadores y Radicales - Peronistas y No Peronistas- como también incontables partidos políticos que no fueron ninguna de las tendencias mayoritarias pero también fueron desprendimientos de unas y otras.   

Y así llegamos a nuestros días donde, aquel día menos pensado, apareció un cambio de opinión ciudadana que dejó flotando la posibilidad de alcanzar el poder político. Y el azar lo puso en manos de este señor Presidente que, además de encarar un plan económico desinflacionario, ha logrado pasarse por el traste a todas aquellas tradiciones políticas partidarias que nunca lograron unirse para forjar las políticas de Estado que la República sigue necesitando.                No obstante, en el  juego electoral de estos momentos, hay quienes solo se preocupan por  comer sus primeras  empanadas y quienes pretenden repetir anteriores comilonas. N.G.